Es un privilegio poder escapar del ruido de la ciudad que se mueve a paso de prisa. Escapar a otro tiempo donde bastaba con tener sólo lo necesario y un ambiente natural para vivir de manera plena. Regresemos a estar con los más cercanos, a comer lo que venga de nuestra propia tierra. Regresemos a las noches con una bóveda celeste e infinidad de estrellas, con arrullo de grillos solamente. El corazón de Yucatán, el Mayab, tiene algo reservado sólo para quienes aprecian esta vida cercana a la tierra.